CAPITULO IV NOTAS DEL PIANO

 Era el mes de mayo y fuera del hospital llovía torrencialmente. Mariana, una niña de la fundación con linfoma infantil, había tenido una ligera recaída, pero todos en la fundación se pusieron al pendiente para colaborarle a los familiares a conseguir medicinas y a su vez rotarse con el fin de que la madre de la niña pudiera descansar e ir todos los días hasta su casa para asearse, así como de su alimentación mientras la niña estuviera internada en el hospital. La condición de Mariana era grave, linfoma primario mediastinal de células B, un tipo de cáncer que ocurre principalmente en mujeres jóvenes, pero Mariana comenzó a padecerlo con tan solo 8 años de vida. El linfoma había iniciado en el mediastino, el área en el medio del tórax y detrás del esternón, y había crecido rápidamente, causándole dificultades respiratorias y presión en la tráquea y la vena cava superior. Mariana, con una sonrisa débil, sacó detrás de su almohada una pequeña flor de colores y se la dio a Arturo, un gesto que parecía no tener importancia, pero que en realidad era un símbolo de gratitud y amistad. Arturo, conmovido por el gesto, no dijo nada, pero su corazón se llenó de emoción. En ese momento, el celular de Arturo sonó, era un mensaje de WhatsApp de Susan.  

"Hola Arturo, soy Susan. No sé si te acordarás de mí, pero quería agradecerte por todo lo que hiciste por mí en el hospital. Tus palabras y miradas me dieron fuerza en momentos difíciles. Me gustaría conocerte mejor, si estás interesado". 

El mensaje era breve y arturo sintió gran ilusión. Mientras tanto, Mariana cerró los ojos, cansada pero tranquila, sabiendo que tenía a su lado a personas que se preocupaban por ella y que harían todo lo posible para ayudarla a superar su enfermedad. La lluvia fuera del hospital parecía un reflejo de la tormenta que Mariana enfrentaba, pero también era un recordatorio de que la vida sigue adelante, incluso en los momentos más difíciles. Al Arturo no responder, Susan envió un nuevo mensaje. 

pues bien, aquí me tiene: un poco fuerte y valiente. Aún conservaba su número de celular, pero no consideraba oportuno escribirle. ¿Cuantos meses han pasado desde la última vez que hablamos? Creo que unos seis meses. ¿Podemos vernos hoy? Estaré atenta a su respuesta. Una palmadita en la espalda. 

Atentamente: Susan Blue.   

11:43 am 

 

El mensaje de WhatsApp de Susan le sorprendió sobremanera a Arturo. Miró la hora de envío y vio que eran las 11:43 de la mañana, una hora que le resultaba familiar. Percibió que ella aún recordaba aquella hora de encuentros con él, o, mejor dicho, con el payaso Pink, su alter ego. Responder a ese mensaje equivalía a revelar su verdadera identidad, a decirle su nombre completo y a mostrar su rostro sin la nariz de payaso que lo protegía, como él había protegido a Susan en el ejército. Arturo se sintió incómodo con la idea de revelar su verdadera identidad, pero al mismo tiempo sentía curiosidad por saber qué quería Susan. Pensó también en sus compromisos del día, especialmente en su promesa de cuidar a Mariana en el hospital mientras su madre atendía a su otra hija. Se sentía dividido entre su deseo de saber qué quería Susan y su responsabilidad de cuidar a Mariana. Mientras tanto, Mariana dormía tranquilamente en su cama del hospital, ajena a la tormenta emocional que se estaba desatando en el corazón de Arturo, pero él sabía que debía tomar una decisión, responder o no responder a Susan. La pregunta era, ¿qué consecuencias tendría su respuesta? 

Hola señorita Susan. Me alegra leerla y saber que no desecho mi número de celular, era lo que me temía en estos meses de su ausencia. Aun con ello, espero que se encuentre mejor de salud, mucho mejor. Si me escribe entonces es porque se siente con la valentía adecuada para ello después de seis meses. Pero ¿me sentiré yo con su misma valentía para un encuentro el día de hoy? Lo ignoro.  

Atentamente: Arturo.  

11:48 

 

Señor Arturo, no se la razón de su falta de valentía. Ahora no soy la más hermosa de la sala de quimioterapias (jajaja), pues ya no asisto a ese lugar y no debe temer.  

Atentamente: Susan Blue.  

11:52  

 

Eso es a lo que más le temo, que ya no es la más hermosa de la sala de quimioterapias, sino de la ciudad. Imagino que anda suelta por ahí con su esposo vigilándola y corriéndole a ciento y un hombres que la pretenden.  

Atentamente: Arturo  

11:53  

 

Veo que no ha cambiado con su visión respecto a mí. En cierta medida me parece bueno, pero le informo que no estoy casada y que no tengo mil y un hombres detrás de mí.  

Atentamente: Susan Blue.  

11:57  

 

¿No está casada?  

Atentamente: Arturo.  

12:01  

 

No, es unión libre. (Sonrisa perspicaz)  

Atentamente: Susan Blue.  

12:01 

 

Verdaderamente caí en su juego con esto último. Que apenado me siento.  

Atentamente: Arturo.  

12:02  

 

No se afane señor Arturo, dado que eso era lo que pretendía. ¿Podemos vernos hoy?  

Atentamente: Susan Blue.  

12:03 

 

 Si.  

Atentamente: Arturo.  

12:05  

 

¿Sí? No lo siento muy convencido.  

Atentamente: Susan Blue.  

12:05 

 

 No es eso. Créame que no. Espero que me comprenda entonces cuando nos veamos, sé que entenderá muchas cosas.  

Atentamente: Arturo.  

12:06  

 

¿Entenderé qué? He entendido ya todo.  

Atentamente: Susan Blue.  

12:06  

 

Entenderá mi comportamiento durante todo este tiempo. Sabrá porque no he tenido la valentía de hacer muchas cosas desde que la volví a ver.  

Atentamente: Arturo.  

12:08  

 

Espero entonces tenga buenas razones para todo aquello que dice: su comportamiento.  

Atentamente Susan blue.  

12:10 

 

Nos vemos en “Restaurante Luna Roja” de la carrera 27 a las 7:00 p.m. hoy viernes. Allí cantan en vivo y tocan piano. Pero entonces le propongo el siguiente juego. Usted llegara al lugar y buscará mi rostro, cuando crea haber dado conmigo, pedirá permiso para cantar su canción favorita ¿Irá acompañada?  

Atentamente: Arturo.  

12:13  

 

El sitio se escucha bien. Me gusta mucho la música. ¿Cómo sabe usted que yo canto? Iré sola al lugar. Si lo pregunta por mi hijo o por Hugo (mi unión libre) ellos están fuera de la ciudad por unos días. Respecto al juego, me gusta. ¿Pero cómo sabré yo que el Arturo que elegí es el correcto? Atentamente: Susan Blue.  

12:15  

 

Creo que estoy siendo muy obvio con mis preguntas. Respecto al juego, usted me escribirá al celular cuando esté segura de que uno de esos hombres soy yo, y me describirá como me veo, en qué lugar del restaurante estoy y que piensa de mí con solo verme, luego usted cantara y seguidamente yo tocare el piano ya sea que acertara o no con su elección.  

Posdata: espero escucharla cantar. 

 Atentamente: Arturo.  

12:20  

 

Me parece bien. Nos vemos allí a las 7:00 p.m.  

Atentamente: Susan Blue.  

12:25 

 

Por la tarde, Arturo se encargó del cuidado de Mariana. La niña le confesó que le gustaba Yeyo, el nuevo niño de la habitación, pero se sentía avergonzada de que él la viera con el rostro inflamado por su enfermedad. Esta revelación le causó cierta gracia a Arturo, recordando que días atrás Mariana había mencionado a Santiago, quien había ocupado la misma cama que Yeyo. 

A las cinco de la tarde del viernes, llegó la mamá de Mariana. Con un leve letargo, Arturo se despidió, anticipando lo que le esperaba esa noche. Al salir del hospital, se encontró con la enfermera jefe María, quien también finalizaba su turno. 

Al llegar a casa, Dormitar lo aguardaba en su rincón habitual. Arturo se detuvo un momento a observarlo. Las patitas del gato parecían moverse ligeramente, como si lo saludaran. Siempre había sentido una conexión especial con este pequeño animal, casi como si pudiera comprenderlo. En los momentos de mayor soledad o incertidumbre, encontraba consuelo en su compañía silenciosa. 

Al dirigirse a su habitación, Dormitar parecía seguirlo con la mirada. Desde el pasillo, exclamó, con una voz que solo Arturo parecía oír: "Haga bien, señor Arturo. ¡No pierda la iniciativa! Cuanto antes, mejor". La voz era suave, casi un susurro, pero cargada de una sabiduría que lo sorprendía cada vez más. Era como si el pequeño conociera sus más profundos pensamientos y sentimientos. A pesar de la premonición de Dormitar, Arturo no sentía un impulso especial. Contemplar a Susan después de diez años era suficiente motivación. Sin embargo, la conexión con el gato le proporcionaba una sensación de calma y seguridad que lo acompañaría durante la noche. 

Esa noche, la valentía sería su aliada. Se vistió con esmero, preparándose para el encuentro. Antes de salir, regresó a la sala y acarició suavemente a Dormitar. "Gracias, viejo amigo", susurró. El gato pareció inclinar su cola en respuesta. 

 

Ya en el restaurante, Arturo ajustó su corbata por enésima vez, sintiendo cómo la tela le estrangulaba el cuello tanto como la ansiedad. La aguja del reloj se movía con exasperante lentitud, cada tic-tac amplificando el latido frenético de su corazón. ¿Y si no la reconocía? ¿Y si se había equivocado al pensar que ella sentiría lo mismo que él? Mil preguntas asaltaron su mente mientras recorría con la mirada el acogedor restaurante. La luz tenue que se filtraba entre las hojas de los tres imponentes árboles que se erguían en el centro del local creaba una atmósfera íntima y romántica. Las paredes de pino, cálidas y suaves al tacto, envolvían el espacio en un abrazo placentero. El aroma a madera recién cortada se mezclaba con los sutiles olores de la cocina, creando una fragancia embriagadora. Pero para Arturo, ese aroma era como una hoguera que consumía sus nervios. Siendo las 6:40 pidió permiso para tocar el piano, siendo su instrumento musical favorito. Dando la espalda a los comensales se sentó frente al piano, sus dedos rozando las teclas frías y lisas. El sonido que producían era como una caricia, pero no lograba calmar su agitación. Habían pasado diez años. ¿Cuánto había cambiado ella? ¿Se habría olvidado por completo de aquel verano en el que habían compartido tantas risas y sueños? Inspiró profundamente, tratando de calmar sus nervios. Tenía que ser fuerte. Había esperado este momento durante demasiado tiempo. La música era su refugio, su forma de expresar lo que las palabras no podían. Con cada nota, intentaba transmitirle todos sus sentimientos: amor, nostalgia, esperanza. Pero ¿sería suficiente? Miró a su alrededor. Las mesas de picnic, esparcidas bajo las luces colgantes que simulaban un cielo estrellado, estaban empezando a llenarse. Cada pareja que entraba le recordaba su propia situación. ¿Sería esta la noche en la que finalmente encontraría la felicidad? O, peor aún, ¿la noche en la que se daría cuenta de que todo había sido una ilusión? Con un suspiro, comenzó a tocar. Las notas se elevaban hacia el techo, llenando el espacio de una melodía que llevaba consigo toda su alma. Arturo posó sus dedos sobre las teclas, buscando la nota adecuada. El piano, un viejo Steinway, resonaba con una calidez que lo transportaba a otro tiempo. Era el mismo instrumento que había aprendido a tocar cuando era niño, y cada tecla guardaba un recuerdo. Al cerrar los ojos, imaginó a Susan sentada en una de las mesas, escuchando su música. Su corazón latía con fuerza. ¿La reconocería? ¿Recordaría la melodía que había compuesto para ella? La incertidumbre lo emocionaba y a la vez lo aterrorizaba. En la parte sur, como una puerta a otro mundo, se erguía una colosal puerta de madera, revestida de hierro envejecido. Sus pesadas bisagras gemían suavemente con el viento, invitando a la exploración. Al norte, sin embargo, se encontraba el corazón del lugar: una imponente luna roja, tallada en palma de la selva amazónica, que dominaba la pared. Sus rayos, tejidos con paciencia y habilidad por el artista Natalium, parecían emanar una luz propia, bañando el ambiente en un suave resplandor. Debajo, las figuras de dos mujeres, espalda contra espalda, observaban el espacio con una enigmática serenidad. Al acercarse a la luna, se podía leer la inscripción, escrita con una caligrafía elegante: "Luna roja elaborada con palma Euterpe precatoria, de las amazonas, por el artista plástico Natalium". Y debajo, la leyenda, un relato ancestral que hablaba de amor, pérdida y renacimiento.  

 

 

Leyenda de la Luna Roja  

En las profundidades de la selva, donde la luz del sol apenas penetraba, vivían Anya y Maya, dos jóvenes guerreras unidas por un amor que desafiaba las normas de su tribu. Su amor era tan intenso como la luz de la luna llena, pero también era un secreto que guardaban con celo. Una noche, bajo una luna roja que tiñó el cielo de un carmesí intenso, Anya y Maya se adentraron en la selva sagrada. Buscaban un lugar donde pudieran expresar su amor sin temor a ser juzgadas. Al llegar a un claro, encontraron un antiguo árbol cuyas raíces se hundían en la tierra y cuyas ramas tocaban el cielo.  

Al acercarse al árbol, sintieron una energía poderosa que las envolvió. Sus corazones latían al unísono, y de repente, una luz brillante las cegó. Cuando abrieron los ojos, se encontraron en un lugar mágico, donde las estrellas eran tan cercanas que parecían al alcance de la mano. En ese lugar, conocieron a Slend, la diosa de la luna. Slend, con su belleza etérea y su mirada compasiva, las acogió con los brazos abiertos. Al comprender el amor que unía a Anya y Maya, Slend decidió bendecirlas. Con un gesto de su mano, las transformó en una sola entidad, una mujer de una belleza sobrenatural, con los ojos de Anya y el corazón de Maya. La nueva criatura, llamada Luna, se convirtió en la guardiana de la selva. Su amor entre ellas era tan fuerte que iluminaba incluso los rincones más oscuros del bosque. Pero su felicidad fue interrumpida cuando un cazador malvado, celoso de la belleza de Luna, trató de capturarla. En una batalla épica, Luna logró vencer al cazador, pero en el proceso resultó gravemente herida. Slend, conmovida por su valentía y su amor, decidió inmortalizar a Luna. Transformó a Luna en una gigantesca luna roja, que brillaba en el cielo cada noche, recordando a todos el poder del amor y la fuerza del espíritu. Y así, Anya y Maya, unidas por la eternidad, se convirtieron en la Luna Roja, un símbolo de amor, valentía y libertad para todas las personas que amaban más allá de las normas. La leyenda cuenta que, en las noches de luna llena, si miras al cielo y pides un deseo, Slend escuchará tu súplica y te bendecirá con su amor.  

 

La luna roja era más que una decoración, era un símbolo, un portal hacia un mundo de sueños y misterios. A los pies de la luna, una pequeña tarima albergaba un conjunto de instrumentos musicales, una pantalla y un micrófono. En ese instante, Arturo, con su silueta iluminada por la luna roja, interpretaba una melodía suave y melancólica. Su música se fundía con el aroma intenso del café que la dueña preparaba con maestría. El aroma a café recién molido se mezclaba con el perfume de las maderas nobles y las flores exóticas, creando una atmósfera embriagadora.  El restaurante en ruinas había sido transformado en un oasis de belleza y misterio. Las guirnaldas de luces centelleantes, colgadas como estrellas fugaces, creaban un cielo artificial que invitaba a la contemplación. Los muebles antiguos, desgastados por el tiempo, contaban historias de vidas pasadas. Y en el centro de todo, la luna roja, un faro que guiaba a los soñadores y los amantes. 

De espalda entonces, el celular sonó con un mensaje. 

 

Hola Arturo. Llegue muy puntual al lugar. Estoy sentada en una mesa frente a la máquina de café.  

Atentamente: Susan Blue. 

7:01 pm 

 

Hola Susan. Ya te vi. Estas muy hermosa. Veo que tu cabello ha crecido y la percibo con mejor energía, no sabe cuánto me alegra eso.  

Atentamente: Arturo. 

7:03 pm 

 

¿Dónde estás? No te identifico con ninguno de estos hombres en el lugar. El cabello si me ha crecido un poco, y hasta siento que me veo bien de esta forma, aunque confieso que en una situación normal jamás me lo hubiera permitido.  

Atentamente: Susan Blue.  

7:03 pm 

 

De todas y cada una de las formas, en este mundo y en otros siempre te veras hermosa. Respecto a mi localización no puedo decirte donde estoy. Busca y escríbeme. Así es el juego. Si sigo escribiendo sabrás quién soy y donde estoy.  

Atentamente: Arturo 

7:05 pm 

 

Él espero pacientemente frente al piano. El joven músico se le acerco unos minutos después y le pidió tocar alguna canción para ambientar el lugar dado que ya era la hora en que la música en vivo comenzara. Arturo interpreto “Hallelujah, I love her so” de The Beatles. Al terminar reviso el celular y había mensajes de Susan con lo siguiente: 

 

“Hola Arturo. Estoy aquí, rodeada de desconocidos. El olor a café me está poniendo nerviosa. ¿Dónde estás? ¡Necesito verte!" 

 

"He revisado a todos los hombres del lugar, pero ninguno coincide contigo. Estoy empezando a pensar que esto es una broma de mal gusto." 

 

"¡Por favor, Arturo! No me hagas esperar más. Te encontraré, aunque tenga que registrar el lugar entero." 

 

"El reloj avanza y la esperanza se desvanece. ¿Dónde estás, Arturo? ¿Me estarás jugando una mala pasada?" 

 

"El corazón me late con fuerza. Creo que estoy a punto de encontrarte. Pero ¿estarás preparado para verme?" 

 

"Siento la presencia de Slend en este lugar. ¿Me guiará hasta ti?" 

 

"¡Arturo! ¡No me hagas esto! Por favor, responde. Estoy empezando a desesperarme." 

 

"Siento que me estás observando. ¿Estás cerca? ¿Puedes sentir mi presencia?" 

 

Un hombre solo, con camisa blanca y jean, zapatos deportivos. Muy seguramente eres . De todos ellos ese es, no te lo había mencionado para evitar alarmarte. Veo que observa el celular muy seguido, casi con la misma frecuencia con la cual le escribo. Es de piel blanca, ojos cafés, cabello oscuro, labio inferior grueso. Un típico Arturo. 

El típico Arturo no tiene barba. ¿es ese su rostro? 

 

¿Típico Arturo? ¿Ya ha tratado con uno? 

Atentamente: Arturo. 

7:39pm. 

 

Si, así es. Hace muchos años en el ejército. Ya tendremos tiempo de hablar de ello.  

Atentamente: Susan blue.  

7:40pm 

Veo que no lo ha olvidado. ¿Qué bueno podría ser eso? Si está segura de que aquel hombre solitario soy yo, es hora de escucharla cantar. 

Atentamente: Arturo 

7:41pm 

 

Susan se acercó al lugar donde preparan el café y pidió permiso a la dueña para entonar una canción, donde por supuesto, la mujer no se negó. Subió a la pequeña tarima y entono “Hello” de Adele. Arturo estaba a tres pasos de Susan Blue. Una vez más los dos en el escenario y ella sin saberlo. Su hermoso y potente canto hizo que todos en el lugar voltearan a verla. Indiscutiblemente era todo un espectáculo por el tono de su voz y su apariencia física. Susan llevaba puesta una blusa color azul rey con golas en los hombros, un pantalón blanco ajustado y unas sandalias azules que en la parte delantera también poseía golas. El cabello lo tenía recogido hacia atrás, lo cual permitía ver su hermoso rostro y los pendientes circulares de sus orejas, así como sus pómulos rosados. Se veía hermosa como siempre lo ha estado. Termino su canción y se quedó sobre el escenario disfrutando de los aplausos a los cuales hizo merito, observando alrededor y clavando la vista en aquel hombre solitario que describió. Muy seguramente esperaba que él se acercara al escenario a tocar el piano, pero justo allí, justo cuando dejo el micrófono para alejarse es que Arturo dio permiso a sus dedos para tocar una canción que nadie había escuchado, pues la había compuesto para Susan y por Susan, como siempre desde que la conoció. Ella se detuvo en el escenario y volteo a mirarle. Se sonrojo. Sus corazones estaban saltando y palpitando al unísono al ser tal encuentro un hecho importante de sus historias. El piano sonaba y Susan seguía allí maravillada. Muy seguramente recordaba lo ocurrido en el batallón del ejército hace aproximadamente diez años. ¿Qué interpretaba Arturo en el piano? ¿Qué era aquello que le decía a base de vibraciones a Susan? ¿Como entender aquellas hermosas notas de piano? 

 

Señorita Susan:  

Se preguntará usted ¿Qué interpretaba? ¿Qué era aquello que le decía a base de vibraciones? ¿Como entender aquellas hermosas notas de piano?... Básicamente quería tener una conexión con usted en una nueva frecuencia. No creo que lo sepa, pero todo el universo se encuentra en la frecuencia 4.40. y en esa misma frecuencia se afinan los instrumentos musicales. ¿Qué es una frecuencia? es la medida del número de repeticiones de un fenómeno por unidad de tiempo. En otras palabras, quería que su corazón y el mío palpitaran al unisonó. Tocando las notas de piano para usted mi ritmo cardiaco se aceleró sobremanera, que en el caso tal de tener que poner las palpitaciones de mi corazón en un pentagrama, este tendría unas figuras musicales de semifusa, que duran 1/16 de tiempo. Es decir, 16 palpitaciones por segundo. Medicamente esto podría catalogarse como arritmia cardiaca, si es que medicamente con esas pulsaciones ya no estaría muerto. Además, la adrenalina que tuve se desbordo sobremanera y ello conllevo a que mis dedos no dejaran de presionar para usted y por usted. Permítame vibrar a su lado señorita Susan, pase de la frecuencia 4.40 universal a la mía, y llamémosla 11.43 dado que fue esa la hora en que nuestras miradas volvieron a encontrarse. Se considera que la frecuencia 528 es la del amor, así que a ella también podríamos ir. Comience a vislumbrar entonces la multiplicidad de emociones que produce en mí, a darse cuente que con su sola presencia y mirada me siento aturdido y nervioso dado que quiero dar lo mejor de mí y que usted lo note, que desee quedarse con ello.  

 

Atentamente, Arturo Jerez. 

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